PRIMERA PARADA. EL CAFETAL: ¿Bosque o campo de cultivo?
La variedad de café arábigo, el de mayor implantación en esta región, requiere de sombra para su desarrollo. El enorme chalahuite, el naranjo o el plátano fungen como parasoles. Esta singular mezcla de verdes y hojas distintos puede confundir, en una primera mirada, a quien no conoce este paisaje.
Aquí el momento de mayor actividad es el tiempo de la cosecha del café. Esto sucede en invierno, de noviembre a marzo, cuando los frutos que tardaron varios meses en madurar son cuidadosamente recolectados.
En primavera, no se pierdan el espectáculo del cafetal en flor. La flor del cafeto, una pequeña estrella blanca similar al jazmín, brilla entre el verde de las hojas mientras exhala un dulce aroma.
SEGUNDA PARADA: EL BENEFICIO
Las cerezas del café son sometidas a un largo proceso hasta convertirse en granos listos para el tueste: el beneficiado.
En el beneficio, que es el lugar donde todo esto sucede, hombres y máquinas trabajan en tareas especializadas para despulpar, limpiar, secar, mortear y seleccionar el grano. El beneficiado puede ser húmedo-seco, si interviene agua en el proceso, o seco.
TERCERA PARADA: LA TORREFACCIÓN
Un buen grano, debidamente beneficiado, requiere de un torrefactado o tostado idóneo para convertirse en un café de calidad. Esto puede darse en el propio beneficio o en los expendios de café.
El tostado dará al grano su aroma y color característicos, al liberar sus aceites esenciales, responsables del aroma y sabor.
FIN DEL VIAJE: ESE LUGAR QUE LLAMAMOS CAFÉ
Todo este recorrido llegará a buen fin sólo si se da con cuidado el último paso: la elaboración de la infusión que conocemos como café.
Una buena máquina, agua fresca, una acertada mezcla de granos, con el molido idóneo y el saber experto de quien realiza la operación son fundamentales para conseguir un buen café. Si le sumamos un ambiente agradable y una taza adecuada, habremos culminado nuestro viaje a la perfección. Afuera, ya puede caer la neblina…